"Diálogos de una generación"
Inauguración, martes 28 de febrero en el Espacio Expositivo Progreso 80, a las 20:00 horas.Puede visitarse en sala hasta 28 de marzo de 2023
La exposición se puede visitar desde el 28 febrero de 2023
de forma virtual a través de las webcam instaladas a tal efecto en la sala http://www.progreso80.com o concertando una visita previa llamando al teléfono 968 96 94 98
Diálogos de una generación, ofrece la oportunidad de escuchar el susurro así como las delicadas y ricas palabras intercambiadas a través de la materia, el color y la forma, fruto del trabajo de los artistas murcianos José González Marcos (1940-2014), Pedro Pardo (1944-1998), Elisa Séiquer (1945-1996) Juan Martínez Lax (1946) y Lola Arcas (1962).
Generación a la que pertenecen este grupo de artistas, enriquecida por sus fuertes diferencias sociales e incluso económicas, pero más fuertemente unidos por el deseo e impulso que les lleva desde muy jóvenes a experimentar con diferentes materiales y variados soportes hasta llegar cada uno a un destino o definición plástica concreta en su obra personal y diferenciada entre sí, al tiempo que próxima y cercana en cuanto a generación y a contexto histórico, obras unidas a sus orígenes y aprendizajes.
Diálogos de una generación, nacida en Murcia, a lo largo de la primera mitad del siglo XX, tierra bañada por el Segura, soleada y rica en tonalidades cromáticas, tierra de pintores de caballete, pintores al aire libre, pero sobre todo, Murcia es tierra de escultores, creadores que han partido siempre de la anatomía humana como modelo de trabajo e inspiración. Disciplina acometida en barro refractario, escayola, madera, piedra o metal, materiales combinados, mixtos que dan como resultado el volumen en el que se expresa la intención de su hacedor. Tierra mediterránea de arraigo escultórico milenario, de raíces prehistóricas, íberas, griegas, fenicias, hispanorromanas, visigodas, etc. hasta llegar a la edad contemporánea y su Escultura Moderna. Generación marcada y aleccionada por sus maestros de la estatuaria como José Capuz, José Planes Peñalver, Clemente Cantos o Juan González Moreno, entre otros.
Diálogos de una generación que evocan y también dialogan con otros artistas como Garza, Cacho, Párraga, Lolo, Francisco Toledo, José María Pastor, Manolo Belzunce, Jean Pierre Caubios, etc. Algunos de ellos, denominados por Pedro Alberto Cruz como Generación maldita, o pérdida, de clara formación academicista, tradicional, basada en la tradición escultórica grecorromana, en el legado de la estatuaria mediterránea, permitiendo en conocimiento la posibilidad de adentrarse hacia caminos y soluciones plásticas diferenciadas que van definiendo la obra de cada uno de ellos.
En todos ellos, como grupo, destaca el tratamiento de las formas y volúmenes humanos, desechando la importancia del cuerpo como producto conseguido o belleza final, para dejarlo en un segundo plano, como envoltorio de la fuerza interior de la pieza que viene acompañado de expresión y sentimiento a través de las mutaciones exteriores del cuerpo, que nos conducen hacia el constructivismo, en unos caso, y el abstractismo en otros.
Esta última, la escultura abstracta, de origen cubista, cobra cuerpo y forma en los signos escultóricos que Pedro Pardo nos ofrece a través de los volúmenes creados con aluminio, con ciertos flecos de similitud a la tradición geométrica del dinamismo que hacen de sus piezas elementos no estáticos sino dinámicos. Si Henry Moore se dedicó a reproducir en sus esculturas curvas las colinas de Yorkshire mezclando lo figurativo y lo no figurativo, surgiendo formas humanas o animales no determinadas lo vemos así de claro en Toro de Perico Pardo, con claridad se muestra de modo directo el cuerpo que expresa el volúmen y la sinceridad de su intención.
Y si en la tierra de Kiev, hoy lamentablemente asolada bajo estos días de frágil paz, ofrecieron a través de la obra escultórica de Alexander Archipenko (1887-1964) la incipiente valoración de los huecos en la escultura, sustituyendo parte de los volúmenes de los cuerpos esculpidos, modelados por huecos, es en Elisa Séiquer en nuestra tierra, donde mejor se nos muestran esos interiores. Huecos que ella misma define bajo un estilo figurativo de vanguardia a través de los que expresa “existen problemas humanos y quiero esculpirlos dentro de una forma moderna, no abstracta, ¿eh?. Hay quien cree que lo abstracto es la forma de expresión de hoy, pero ya es algo pasado”, palabras ofrecidas por la misma Elisa en una entrevista de 1972. Y otra voz de esta generación, en este caso, uno de los hermanos mayores, José María Párraga (Murcia, 1937-1997) diría de la obra de Elisa: “su arte es auténtico, su mundo, de dentro a fuera. Su mente capta, elabora. Goza y sufre al mismo tiempo. Emplea su técnica, trabajo, equilibrio y esfuerzo sin dejar nada al azar. La frialdad aparente es técnica, sensibilidad. La soledad de su obra es patrimonio de los seres humanos … pero intenta llegar con sus figuras, sin arroparlas ni enmascararlas, porque son como la vida misma”.
Con el maestro directo o más cercano a la vida de Séiquer, que es Juan González Moreno, aprendizaje en el taller de la calle Corbalán, en el mismo taller en el y aprenden y desarrollan el oficio Antonio Campillo Párraga (1925-2009) o José Hernandez Cano (1932-2017), conectamos con el más veterano de este diálogo, José González Marcos. En su obra siempre está presente la figura humana, en sus diferentes edades y etapas siendo el refugio de su mente creadora. De manos fuertes y delicadas logra alcanzar y extraer de la materia el alma que las mueve. Diversión, contorsión y prolongación de extremidades están presentes en la obra de Pepe Marcos, al tiempo que elegancia en sus formas sutiles. De las expresiones humanas nunca ha faltado a la femenina, en sus más diversas ramas, con posturas complicadas, de grave contorsión y gran diversión, cargadas de fuerte sensualidad y singular elasticidad, juegos presentes en su obra que vemos en Ovillo, diferentes puntos de vista de un cuerpo femenino real, visible y tangible.
Vecinos y amigos desde la infancia, Pepito y Juan M. Lax, el segundo interioriza el movimiento de las manos de Juan González Moreno, tío del primero, y con el tiempo las suyas trabajan a la par y encaminadas hacia su propia evolución y aprendizaje. Acompañante de Elisa en cientos de idas y venidas del estudio de Las Balsas al bar La Viña, donde se reunían con el resto de artistas que dan plenitud a esta Generación (Garza, Cacho, Párraga, Lolo, etc). Desde sus comienzos en la obra de Lax, el interior, la energía, el alma se convierten en la excusa del dinamismo de su obra. En la obra Torso, extremidades que abrazan al cuerpo y alcanza desvíar la atención de la falta de miembros, porque el alma está completa.
Hacia finales de los 70 al grupo de artes plásticas La Nave, formado por Pepito Marcos, Juan Martínez Lax, Ana Albertos, Galo Navarro y Miguel Canseco se les une la jóven Lola Arcas. En La Nave, en Santa Catalina modela la pieza la bordadora lorquina, obra con la que gana un concurso promovido por el Ayuntamiento de Lorca en 1985. Pepe Marcos se hace cargo de la fundición de la obra. La obra de Lola Arcas ha evolucionado y madurado hacia formas plenamente figurativas, donde el cuerpo humano asume el protagonismo en su obra. Temas taurinos, mitológicos, o del mundo del flamenco ofrecen definición, dominio de la técnica y del oficio. Su madurez se observa en un firme sello de autenticidad, piezas que muestran serenidad, elegancia y gran ejecución. La obra Flamenca, es un guiño a la tradición, a sus maestros y a su escuela escultórica.
Juan Martínez Lax junto a Lola Arcas son denominados por Martín Páez Burruezo como el último eslabón que mantienen esa llama viva de la escultura murciana.
Tomás Ruiz Planes
Comisario de la exposición